
Por: Dionisio Carvajal Gätgens (*)
Cosas de Garroberos
Toda la vida, los descendientes de la abuela Carmela le cobraron al tío Goyo que la vieja muriera antes de tiempo. No se lo perdonaron nunca.
Una tarde de abril, cuando las nubes se quieren reventar de calor, abuela Carmela agonizaba. Sesenta años de matrimonio, trece hijos fecundos y toda una vida de limitaciones y pobreza hacían sucumbir lentamente ese bastión del pueblo.
La calle había sido cerrada en las esquinas. “Silencio, enfermo grave”, decían los cartones que se apoyaban en las “burras” de madera.
Dentro de la casa de adobe, la gente se movía de puntillitas. Algunos, sentados sobre las camas, cuchicheaban sobre las posibilidades de supervivencia de la vieja. En la cocina, los vapores del café lo impregnaban todo. Las mujeres con sus delantales secaban sus lágrimas de humo y llanto.
Fuera de la casa, se formaban grupos en los que se hacían toda clase de comentarios. Allí hacían conjeturas los médicos de hojarasca y contaban chistes los charlatanes de siempre.
En una de esas rondas se encontraba el tío Goyo, copando la atención de los presentes. Era solterón empedernido, mujeriego y parlanchín. Era el sufrimiento de Carmela.
-¡Goyo, lo llama abuelita! –le dijo una de las llorosas nietas en el momento en que el tío contaba: “al portero de ese equipo que yo tuve, lo entrenaba con bolinchas de vidrio tiradas con flecha…”
En todos se apagó la risa que ya estaba en los labios. Se levantó de su asiento y se dirigió, despacioso, al lecho de la enferma, con las miradas de todos clavadas en la espalda.
–Goyito… –dijo la vieja con voz débil y entrecortada– yo no quiero morirme sin saber que ya le has pedido perdón, por tu falta, al Señor. Quiero que te confieses y le cuentes al Padre que tienes ese hijo con madre soltera. ¡Hazlo por mí!
Se hizo la pausa. Sólo se movió el péndulo del viejo reloj de pared.
–Carmela, por vida tuya, oíme: en este pueblo el único que no lo sabe es el Cura… ¿Para qué se lo voy a contar?
Dos días más tarde, con el primer aguacero de ese invierno, se cavó la tumba de Carmela.
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(*) Dionisio Carvajal Gätgens, es funcionario bancario jubilado, Escritor, nativo y residente de Esparza.
Bibliografía
Carvajal Gätgens, Dionisio. “Cosas de Garroberos”. Editado bajo el patrocinio del Banco de Costa Rica. San José, 25/noviembre/1982. Págs. 13-15.
Ilustración: Hugo Díaz.
Cuento publicado con permiso del autor, en el Blog “Esparza Mía…”, del Folclorista y Gestor Sociocultural Marco Fco. Soto Ramírez, el 23 de octubre de 2015.