El Puente de Las Damas, Primer Monumento Histórico de Esparza

Puente de Las Damas, Monumento de Interés Histórico Arquitectónico de Esparza (Puntarenas, Costa Rica)

Hemos encontrado en la Red el interesante y esclarecedor artículo suscrito por el Dr. Luko Hilje Quirós, a quien  admiramos por sus aportes en pro del rescate de la memoria Colectiva de nuestra República. Hoy, lo compartiremos con Usted… Vale decir que el Dr. Hilje Quirós fundó su estimable Familia junto a una descendiente de don Clodomiro Figueroa Candanedo, llegado de Chiriquí, Panamá, a nuestras tierras garroberas  a finales del siglo antepasado, y quien fungiera durante varios períodos en calidad de Jefe Político de nuestro cantón, Diputado y Gobernador de la Provincia de Puntarenas.

Nota del Blog «Esparza Mía…»: Mediante Decreto Ejecutivo Nº 4990-C., del 23 de junio de 1975, se declara ‘Reliquia Histórica‘ el Puente sobre el Río Jesús María, conocido como Puente de Las Damas, construido por la Sociedad Económica Itineraria de Costa Rica en 1845. (Publicado en La Gaceta Nº 129 del 10 de julio de 1975). Fue el primer Monumento Histórico Arquitectónico que se decretó como tal en el Cantón de Esparza.

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LAS  DAMAS  DEL  PUENTE

Por: Dr. Luko Hilje Quirós (*)

Hace unos 25 años, retornando de una inspección a plantaciones forestales afectadas por insectos y hongos en Guanacaste, para hacer más grata la travesía decidimos alejarnos de la ruta convencional y tomar -a partir de Esparza-, la empinada y sinuosa carretera por los Montes del Aguacate. Ya avanzada la tarde, regresábamos extenuados, maltrechos por el sofocante calor y empapados en sudor, cuando el colega Luis Quirós -de raíces esparzanas, así como conocedor del territorio nacional como pocos- sugirió cómo paliar tan agobiante situación.

Minutos después estábamos muy a gusto, sumergidos en una poza fresca y deliciosa, cuyo entorno era realmente encantador, pues al verdor de la vegetación circundante se sumaban un cielo veraniego azul y diáfano, más un añoso y romántico puente de piedra con forma de arco a pocos metros de la poza. Desde esa tarde quedó grabado para siempre en mi retina y piel tan mágico paraje del río Jesús María. Y, aunque años después pasé varias veces por ahí, por diferentes circunstancias nunca pude repetir los placeres de aquella espléndida tarde.

No obstante, hace pocos años lo evoqué con grato vértigo, al leer el vívido relato del viajero alemán Wilhelm Marr quien, en 1853 y absorto ante la magnificencia de la naturaleza de dicho punto geográfico, destacó a “aquel puentecito sencillo de piedra [que] bastaba para dar al espectáculo natural un efecto plástico de arte”. Es decir, naturaleza y arte cabalmente fusionados y armonizados, en medio de un paraje totalmente agreste.

Desde entonces lo he visitado dos veces con Juan Manuel Castro, topógrafo y aficionado a la historia quien, recorriendo toda esa ruta, me ha mostrado cómo en los numerosos puentes del viejo Camino Nacional se percibe, indeleble, la mano de ingenieros como el inglés Henry Cooper o los alemanes Franz Kurtze y Alexander von Bülow. Gracias a ellos pudieron transitar por ahí las carretas cargadas de café hacia Puntarenas y de mercaderías en su retorno a la capital, como también lo hicieran las caravanas de carretas, cabalgaduras y combatientes que por ahí se enrumbaron hacia Guanacaste, cuando hubo que defender la patria ante la amenaza filibustera.

Lo curioso es que el lindo puente, encajado en el cauce de ese río limítrofe entre Esparza y San Mateo -por tanto, a la vez divisorio de las provincias de Puntarenas y Alajuela-, se llama Puente de las Damas. El propio Marr indica que este nombre obedece a que fue “construido mediante contribuciones voluntarias de señoras costarricenses”, y así lo he escuchado de otras personas, a quienes he oído decir que el Paseo de las Damas, en la capital -recientemente remodelado-, tiene un origen parecido.

Pero esto no es así. En primer lugar, la denominación de dicho paseo -así nos lo contó en nuestros días de estudiantes el Dr. Luis A. Fournier, profesor de botánica forestal-, que data de fines del siglo XIX, se debe a que en ambos flancos de la vía que comunicaba la estación del Ferrocarril al Atlántico con el Parque Morazán, se tuvo la buena idea de sembrar hileras de árboles de “dama” o “huelenoche”; aunque hay dos especies (Citharexylum donnell-smithii y C. caudatum), en este caso se trataba de la primera especie, que crece a mayor altitud. Es muy posible que su selección obedeciera a la compacta fisonomía de su copa, follaje reluciente y perenne, delicadas inflorescencias blancas y vistosos racimos de frutos amarillos, que luego viran a rojo y a negro.

Es decir, su bautizo no tuvo relación alguna con damas josefinas que lucían sus encantos en dicho sitio, sino con uno de los dos nombres comunes de este árbol. Ahora bien, si lo correcto es decir Paseo de los Damas, alusivo a los arbustos de “dama”, o de las Damas, que es el uso más generalizado, esta es una es cuestión de importancia secundaria, realmente.

Regresando al puente sobre el río Jesús María, he hallado fuertes evidencias que ponen en duda lo aceptado y difundido hasta ahora en cuanto a su denominación, es decir, que para su construcción ellas aportaran todo o la mayor parte del financiamiento.

Confieso que no he investigado a fondo este tema -tarea pendiente para algún historiador del patrimonio nacional-, sino que buscando información sobre temas de mi interés en el Archivo Nacional y la Biblioteca Nacional, de manera sorpresiva me topé con algunos documentos esclarecedores entre las actas de la Sociedad Económica Itineraria. Este era un ente privado, pero de servicio público, que tenía a su cargo la antigua carretera a Puntarenas, de importancia esencial para nuestra economía; algunas de sus actas eran publicadas en “El Mentor Costarricense”, único periódico de la época, que circulaba los sábados.

En efecto, en enero de 1844 la naciente Sociedad había encargado a Buenaventura Espinach que hiciera una visita a la zona, para valorar la posibilidad de construir puentes provisionales sobre los ríos Jesús María, Surubres y Paires, y ya para mediados de marzo acordaba hacerlo sobre el primero de ellos, “de madera y sobre estribos o bastiones de calicanto”, con la idea de “construir un arco sólido en el verano siguiente”, es decir, en la estación seca de 1845.

No obstante, era una obra onerosa, incosteable por la Sociedad, por lo que surgió la idea de hacer una colecta pública. Y fue así como ya el 3 de abril y suscrita por el alemán Eduardo Wallerstein y el guatemalteco Felipe Molina, presidente y secretario de la Sociedad, respectivamente, circulaba una hoja suelta con el título de “Exitación” [sic]. En ésta, remarcando que vadear el río en la estación lluviosa eran muy riesgoso tanto para las personas como las carretas, se exhortaba a la población a hacer donativos, para lo cual ahí constaban los nombres de los encargados de recogerlos -todos varones, la mayoría curas-, en San José, Cartago, Heredia, Alajuela y Esparza.

Comprometida la ciudadanía con tan importante obra pública, pronto empezaron a llegar los donativos. Los mayores aportes provinieron de Gordiano Fernández, Buenaventura Espinach, Eduardo Wallerstein y los curas Cecilio Umaña y Juan de los Santos Madriz (25 pesos), Juan Rafael Mora, Vicente Aguilar, Luciano Darsenay y José María Jiménez (17 pesos), y Vicente Fábrega, Bartolo Paredes, Francisco Otoya, Juan Jacobo Bonnefil y Richard Brealey (10 pesos). Hubo varias señoras que aportaron montos altos, como Gerónima Fernández de Montealegre, Magdalena Castillo de Escalante y Dolores Oreamuno (17 pesos), Florencia Solares de Ulloa, María José Salinas de Moya y Josefa Polanco de Murillo (15 pesos), y Catalina Nava de Bonilla (10 pesos); según parece, doña Gerónima hizo dos aportes por la misma suma.

Al revisar las varias listas disponibles -pues algunas se extraviaron- aparecen 54 donantes femeninas y 59 masculinos, para un total de contribuciones una vez y media mayor de parte de los hombres. Pero es llamativo que muchas mujeres donaran a su nombre, a pesar de que los esposos de algunas también habían aportado. Es decir, no hay duda de que la obra suscitó un extraordinario interés entre las mujeres de buena posición social, quienes supieron convertir su entusiasmo en dinero contante y sonante.

¿Por qué sucedió esto, si los hombres eran los principales usuarios del camino, aunque las mujeres lo recorrían con sus familias en los infaltables paseos veraniegos hacia Puntarenas? Tengo la impresión de que, con astucia, algún miembro de la Sociedad visualizó que, tratándose de una causa de interés común, el espíritu solidario, emprendedor y tenaz de las mujeres sería el motor de esta obra. De hecho, muy pronto, ya el 20 de abril la Sociedad anunciaba que se llamaría Puente de las Damas -sin explicar por qué-, y quizás esto estimuló aún más a las mujeres para hacer suya esta obra, propiciando a su vez que más de ellas se involucraran en el curso de esta campaña de financiamiento.

Así que, a diferencia del paseo que debe su nombre a un hermoso árbol mesoamericano, en el caso del Puente de las Damas su denominación es más que merecida, pues fueron las mujeres las que, en gran medida, lo hicieron posible.

Doce años después serían también ellas, incluyendo algunas participantes en la colecta para el puente, las que organizarían actividades para recoger dinero y acondicionar con celeridad el recién abierto Hospital San Juan de Dios, de modo que se pudiera albergar de emergencia a las numerosas víctimas que retornaban de los campos de batalla durante la primera etapa de la Guerra Patria contra el ejército filibustero. Y años después, ahí estarían apoyando sin reservas importantes obras de beneficencia social, como el entonces llamado Hospicio de Locos y el Lazareto, para acoger a los enfermos de lepra.

Sirva este pequeño artículo para reconocerles hoy, a siglo y medio de distancia y de olvido, tan importantes esfuerzos en la construcción de nuestra patria.

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CREDITOS

(*) Autor del artículo: Dr. Luko Hilje Quirós, destacado Biólogo, Investigador y Escritor.

Fuente: Periódico El País. elpais.cr | 31 Mayo, 2010.

Imagen: Colección del Proyecto Sociocultural de Investigación, Rescate y Difusión «ESPARZA MÍA».

Publicado en el Blog “ESPARZA MÍA” el 07 Agosto, 2011.

Observación: El Proyecto Sociocultural de Investigación, Rescate y Difusión «ESPARZA MÍA» es una iniciativa de Marco Fco. Soto Ramírez, Gestor Sociocultural esparzano.

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