
Por: Lic. Arturo Ugalde García (*) y Marco Fco.·. Soto Ramírez (**)
En un documento de fecha 02 de setiembre de 1801, localizable en el Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Serie “Complementario Colonial”, hemos encontrado las costumbres sobre las pompas fúnebres y los toques de campanas, realizados en la Provincia de Costa Rica, durante el Período Colonial.
En esta ocasión, el Gobernador don Tomás de Acosta; la máxima autoridad política, militar, judicial, de la Provincia, informa al Presidente de la Real Audiencia de Guatemala sobre las particularidades, de cómo se realizan los entierros en nuestra Provincia. He aquí los detalles:
El cuerpo
El cadáver se conduce en una cuna pintada de blanco, la carpeta que lo tapa es de algodón teñido de negro. Estos serán los colores y la forma de lo que en años posteriores se va a denominar “ataúd”. De igual manera, destacamos que fue el blanco el color predominante en esa época para representar el luto o ‘duelo’ familiar; utilizado por ser un color que simboliza la pureza espiritual y lo impecable del alma.
Lo usual era realizar el entierro el mismo día y a pocas horas después del deceso. No obstante, hemos de mencionar que en el siguiente hecho encontramos la génesis de los “velorios” o “velas”, a los cuales concurrían los familiares y vecinos más cercanos: Cuando una persona moría en la noche, por fuerza había que mantenerlo en su morada hasta que amaneciera y así aprovechar la luz natural para llevar a efecto los oficios religiosos.
El difunto en su mortaja no llevaba cojines bajo la cabeza, sino sus propias almohadas que tenía en la cama antes de morir. Este detalle es muy interesante y muy propio de la época, llevarse a la tumba la última almohada que utilizó el difunto.
Las “andas” en las cuales se transportaba el féretro estaban confeccionadas con madera redonda (no labrada) y, en algunos casos eran unidas a través de bejucos.

La Iluminación
Las luces, velas o candelas no pasarían de veinticinco o, cuando más, cincuenta en número. Sin duda alguna, la primera cifra era la más usada por la mayoría de los familiares de los difuntos. Recordemos la pobreza extrema en que vivió la Provincia de Costa Rica durante la Colonia.
El largo de estas velas era poco más o menos de “una tercia” de largo y el grueso del dedo gordo. Debemos de aclarar que durante la Colonia, la unidad de medida era la “vara”, y era equivalente a 86 centímetros; por lo tanto, una vela medía aproximadamente 28.66 centímetros, y tenían un diámetro aproximado de 3 centímetros cúbicos. Si hacemos un análisis comparativo de las candelas de parafina usadas en la actualidad, podemos notar que ha existido muy poca diferencia o cambio en cuanto al grosor y la altura.
Por otra parte, es innegable el atributo aromatizante, de carácter dulcete, que se desprendía de estos cirios confeccionados de cera silvestre. Asimismo, debemos de aclarar que la cera aunque se le denominara “cera negra”, realmente era siempre de color marrón.
Dependía de la posición económica el usar cirios de cera silvestre con una capa de cera blanqueada, que podían obtenerse al precio de dos candelas por medio real; precio que no estaba al alcance de la mayoría de las familias de entonces.
Es válido mencionar que esas candelas blancas tenían la particularidad de perder su olor aromatizante, a través del proceso de elaboración y depuración del color al cual era sometida la cera que las componía. Años después, durante el Período Republicano, las flores naturales vinieron a llenar este vacío aromático, y a la vez fueron un excelente elemento que dio belleza y elegancia a las honras fúnebres.
Cabe mencionar, que la cera era recolectada por los indígenas del Pueblo de Santa Catalina de Garabito y aportada como parte de sus tributos a la Caja del Real Haber, ubicada en la Ciudad de Esparza. Como lo mencionáramos, la cera utilizada en las candelas era obtenida de enjambres de abejas silvestres. La burguesía usaba cera blanca, que era la misma cera, tratada mediante un proceso depurativo hasta lograr el color blanco.
En torno al precio de las candelas blancas, debemos agregar que no estaba al alcance del poder adquisitivo del campesinado criollo. Para este grupo social solamente había acceso a las bajas denominaciones del “real”, llamadas “tostones”; situación por la cual era imposible que ellos pudieran adquirir cera blanca.
Debemos resaltar, que ocho reales componían un “peso” que era la unidad monetaria de la Colonia que vino a sustituir a los “maravedíes”.
Con el discurrir del tiempo, las candelas de cera silvestre fueron sustituidas por cirios de cebo. Surge aquí un nuevo elemento para la fabricación de candelas. La expansión ganadera trajo consigo el derribo de muchas hectáreas de bosque primario; hogar de las abejas silvestres. Asimismo, la proliferación de las quemas de terrenos durante el verano, para hacer extensiva la ganadería colonial, así como el desarrollo de la incipiente agricultura de granos básicos, provocó que las abejas se retiraran a distancias muy considerables en busca de nuevos lugares donde proliferar. Y es así, como este material resultó menos accesible para los indígenas del Valle del Coyoche, y fue sustituido por otros productos dentro de sus tributos.
En síntesis, hubo una metamorfosis en la sustitución de la cera negra por el cebo para la fabricación de candelas. Por enésima vez, mencionamos que se pierde el olor agradable que emanaban las candelas de cera negra, dando paso a un aroma poco atrayente desprendido de las nuevas candelas de cebo.

Incidencia de las repetidas invasiones de los piratas
Finalmente, mencionaremos que, a raíz de las invasiones de los piratas ingleses, jefeados por el capitán Francis Morgan, durante tres años consecutivos (1685, 1686 y 1687), fue evidente una crisis en la oferta y la demanda de las candelas. Estos corsarios no solamente incendiaron la Iglesia Parroquial del Espíritu Santo, el Convento de los Frailes Franciscanos, el Cabildo y la Caja Real (que eran los lugares donde se podían comprar candelas), sino que en la última incursión incendiaron las instalaciones del Puerto de La Caldera. Estas instituciones ardieron con mucha facilidad, debido a que todas se encontraban construidas de paja en sus paredes y palma real en sus techos.
Una vez incendiado el cabildo, por parte de los piratas, toda la documentación existente también fue devorada por las llamas. Situación por la cual existe un gran vacío sobre la Historia de Esparza, especialmente del siglo XVII. Estas circunstancias conllevan a una ausencia de fuentes documentales de la Ciudad de Esparza durante el siglo XVII.
Entre los documentos devorados por las llamas podemos mencionar: los Libros de Actas del Cabildo, Justicia y Regimiento, los cuales eran suscritos por el Teniente de Gobernador, así como los Protocolos Coloniales, donde se asentaban los esclavos, las cartas de libertad, compra venta de esclavos, la compra y venta de bienes muebles e inmuebles, los testamentos y las cartas dote, entre otras. Esto queda reforzado con la poca existencia de documentos y expedientes en el Archivo Nacional sobre la Ciudad de Esparza, durante el siglo XVII.
Además, esta situación trajo un retroceso religioso espiritual, debido a que los pitaras se robaron las campanas de oro y no había con qué realizar los repiques y los dobles. Nadie, después de estos saqueos tenía candelabros, ni candelas. La situación entró en crisis mayor cuando los pocos habitantes de la Ciudad de Esparza, por temor a una nueva invasión, se trasladaron a los valles circunvecinos: Bagaces, Coyoche, Landecho, Abangares, Tempisque, Chomes, Aranjuez y Las Cañas.
Es decir que, los moradores de Esparza se trasladan a los valles antes mencionados y esta situación da origen al surgimiento del campesinado criollo (auténtico campesino) al servicio de la élite o burguesía colonial; y al mismo tiempo al surgimiento del sabanero representado en la figura del “esclavo negro”, éste último era el encargado de hacer potreros, de talar el bosque primario, hacer repastos, amansar potros, mulas y novillos, marcar el ganado (en el anca derecha), curar animales, fabricar corrales y portones, albardas, coyundas y cinchas de cabuya, así como la agricultura de granos básicos, tubérculos , maíz, frijoles, trigo.
La Tumba
La tumba o mausoleo era de dos mesas unidas y sobre ellas un banquillo de tres cuartas de alto, y tercia de ancho que llamaban ‘tumbilla’.
Encima de la tumbilla, se ponían tres candelas, y las restantes veintidós, alrededor de las mesas. La tumbilla se cubría con paños negros de algodón. Y sobre éstos, se ponían las candelas. La élite colonial utilizaba candelabros de bronce para la postura de los cirios.
El Toque de las Campanas
El toque funerario de las campanas que la iglesia parroquial hacía se ejecutaba con dos “campanas”, de forma combinada, o sea, lo que se conoce con el nombre de “dobles”.
En las misas rezadas no era costumbre señalar hora, solamente se convocaba a los pobladores con el “toque” repetitivo o “repique” de una sola campana, por espacio de un minuto, para que concurrieran las personas que vivían un poco retiradas del casco urbano. En el primer llamado se tocaban cincuenta toques de campana y durante el segundo llamado veinticinco.
La Inhumación
Era costumbre celebrar misa de cuerpo presente. Terminada la misa, se trasladaban los restos del difunto al predio sepulcral, situado a los pocos metros de la iglesia.
Las tumbas más cercanas al Altar estaban destinadas a la burguesía colonial, y tenían precio económico en términos de “donación”. La clase desposeída, entre más paupérrima, más alejadas del Sagrario estaban sus tumbas. Es así, como los que ocupaban un lugar prominente en el Cementerio Parroquial eran los más mencionados en las misas, aparte del importe que recibía el “Padre” por las misas que habían dejado designadas en clausulas testamentarias.
Sin duda alguna, existió una división de clases sociales muy bien marcadas en la Ciudad de Esparza:
1) La élite o la burguesía compuesta por los hacendados, comerciantes y ganaderos.
2) El campesinado criollo y sus descendientes: esposa e hijos.
3) Los esclavos, los mulatos y los indígenas. Estos últimos, hasta cierto punto no eran considerados seres humanos a plenitud, y jamás podían ostentar un lugar prominente dentro de los predios del camposanto de la iglesia para ubicar su tumba. No tenían linaje, no tenían dinero y habían nacido para morir trabajando bajo una sobreexplotación laboral.
Estas divisiones socioeconómicas, por su naturaleza, no tenían un lugar muy bien determinado dentro del terreno de la iglesia parroquial del Espíritu Santo.
En el costado norte y este, tenían preeminencia las clases adineradas, y también aquellos que ostentaban un puesto dentro de la jerarquía de la Corona Española.
En el costado sur, estaban enterradas las clases desposeídas: los indígenas, los esclavos y los mestizos.
La Iglesia Parroquial del Espíritu Santo obedeció el mismo trazado de los asentamientos españoles: la manzana de la iglesia al frente de la manzana de la Plaza principal (actual Parque “Ignacio Pérez”), al costado norte de la Plaza principal se ubicaba la manzana del Cabildo y Casa del Teniente de Gobernador y la Caja del Real Haber. Al costado sur de la Iglesia Parroquial –como ya lo dijimos- estaba ubicado el convento de los Frailes Franciscanos. Y, luego, dos cuadrantes más hacia el oeste y cuatro cuadrantes hacia el norte, más dos hacia el este. Esto fue el casco urbano de la ciudad de Esparza.
Es importante resaltar que en los predios del Convento de los Frailes Franciscanos, en Esparza, nunca se permitió el entierro de personas, quizás por la soledad, la pobreza y miseria en que vivían estos pioneros de la doctrina católica. Esto no quiere decir que los Frailes Franciscanos no celebraran misas por el alma de los difuntos.
La Iglesia, en ese entonces, era un verdadero camposanto. En el caso de la Iglesia Parroquial del Espíritu Santo de Esparza, la parte más saturada o preferida era el sector oriental (este).
Incendiada la Parroquia del Espíritu Santo, se toman medidas de logística, en cuanto a los materiales y se construye una más pequeña de bahareque y techo de paja, sin ventanas y con una sola puerta orientada hacia el sur para poder observar el ingreso del enemigo y para estar en línea directa con el Convento de los Frailes Franciscanos que estaba ubicado frente al costado sur de este centro católico. (Referencia: Archivo Nacional de Costa Rica. Sección Histórica. Serie “Complementario Colonial”. Signatura Nº 7381, Fls 44 F. y 46 V.).

El primer difunto de Costa Rica en tiempos coloniales
En 1614, muere Juan de Villabasto Gorín, español, comerciante y vecino de la Ciudad de Esparza. Entre otras cosas, el Alcalde Ordinario de esta ciudad se encargó de hacer cumplir lo indicado en cláusulas testamentarias, específicamente, en lo concerniente al pago de las misas a la Iglesia Parroquial del Espíritu Santo de Esparza y al Convento de los Frailes Franciscanos. Todas estas misas fueron ofrecidas por el eterno descanso del alma del difunto Juan de Villabasto Gorín. Más detalles en el Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Serie “Mortuales Coloniales”, Signatura 2480, Folio 57 F. y V. Es en este documento donde se menciona por primera vez el nombre de la Parroquia de Esparza.
Esperamos haber logrado brindar una breve reseña histórica sobre las costumbres en las Honras Fúnebres y sus elementos complementarios durante el Período Colonial en Costa Rica: tales como los repiques y dobles de campanas, las candelas, el ataúd, la clase y colores de telas utilizados, así como la sepultura, las misas y otros elementos más. Esta es la génesis de los ritos religiosos en torno a los fieles difuntos. Honras funerarias que fueron paulatinamente evolucionando y que hoy día conservan sus raíces elementales.
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AUTORES:
(*) Lic. Arturo Ugalde García, Educador, Historiador Académico Graduado de la Universidad de Costa Rica (UCR), Abogado y Notario Público.
(**) Prof. Marco Fco. Soto Ramírez, Cultor Popular Esparzano, Fundador y Director del Proyecto de Investigación, Rescate y Difusión Sociocultural “ESPARZA MÍA…” y de otras iniciativas en la Red, Terapeuta Holístico y Maestro de Reiki; Narrador Oral; Cantante y Compositor Musical; Co-creador de nuestro Símbolos Cantonales Esparzanos: la Bandera y el Escudo; Co-creador de nuestro Símbolo Provincial: la Bandera de la Provincia de Puntarenas; Creador e intérprete de Ñor Antenor, Personaje Típico Cultural del Cantón de Esparza; Investigador del Proyecto “Personajes del Cantón de Esparza”, financiado por el Fondo de Becas Taller años 2016 y 2017, de la Dirección de Cultura del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ)..
E-mail: culturapopularesparza@gmail.com